Categorías
Sin categoría

El efecto Bilbao

En los años 90 Bilbao (y Bizkaia y Euskadi entera) sufría una grave crisis debida al fin de un ciclo. Durante buena parte de los siglos XIX y XX la región había conocido momentos de prosperidad gracias a un desarrollo industrial liderado por los recursos minerales de hierro, el sector metalúrgico y la industria naval. Bilbao se había convertido en uno de los principales núcleos del Suroeste europeo, pero el agotamiento de las minas, la reconversión industrial y el cierre de importantes iconos representados por Altos Hornos o Euskalduna dejaban toda la zona sumida en una profunda recesión.

Bilbao y toda Bizkaia se quedaban con el color marrón, fábricas abandonadas, conflictos laborales, y unas tasas de paro cercanas al 20%. Casi nadie veía un futuro diferente del de intentar reflotar la industria de la zona, pero desde las Administraciones públicas se apostó fuertemente por hacer de Bilbao una «ciudad de servicios» y dotarla de importantes infraestructuras. Muy pocos en Bilbao entendían lo que significaba el término «ciudad de servicios» cuando la inmensa mayoría de sus ciudadanos habían vivido durante décadas de madrugar para ir a trabajar a la fábrica, y tampoco entendían que se gastasen increíbles cantidades de dinero en museos y ferrocarriles bajo tierra cuando miles de personas se encontraban sin un puesto de trabajo.

Así, se contactó con diversos arquitectos para dirigir notables proyectos:

– El más importante fue, sin duda, el Museo Guggenheim. En el año 1991 el Gobierno Vasco contactó con la Fundación Solomon R. Guggenheim para que ésta participase en el intento de regeneración de Bilbao. Ambas partes firmaron un acuerdo y ficharon a Frank Gehry, un premiado arquitecto canadiense que pretendía llevar a cabo un edificio muy personal y ambicioso, y para el que él mismo decidió el emplazamiento dentro de la ciudad: una antigua fábrica abandonada, junto a un puente, y al lado de una ría que había perdido todo su esplendor. Mediante innovadoras técnicas de diseño, el nuevo museo fue concebido para ser un edificio completamente diferente de todo lo visto anteriormente, recubierto por un metal (el titanio) que reflejaba perfectamente la luz gris que muchos días cubre Bilbao y que también pretendía recordar su pasado industrial. El resultado fue es una de las obras arquitectónicas cumbres del siglo XX, el edificio que ha encumbrado a Gehry, y el icono de una ciudad. Fue inaugurado en 1997.

– La idea de construir un metro en Bilbao venía desde los años 20, pero no fue hasta 1987 cuando el Gobierno Vasco aprobó definitivamente el proyecto. Tras convocar un concurso internacional, se eligió a Norman Foster, un muy conocido arquitecto británico, el cual creó unas vanguardistas instalaciones basadas en el hormigón, el acero y el cristal (muy similar al espíritu del Museo Guggenheim), junto a los populares ‘fosteritos’ diseñados para servir de entrada a las instalaciones con un estilo muy urbano y futurista. Metro Bilbao y su arquitectura recogió decenas de premios a lo largo de todo el planeta

– El galardonado Santiago Calatrava fue llamado para llevar a cabo el Zubizuri (un puente cerca del Museo Guggenheim) y el nuevo Aeropuerto de Bilbao en Loiu; Rafa Moneo creó la Biblioteca de la Universidad de Deusto (también junto al Museo Guggenheim); Arata Isozaki fue el encargado de rehabilitar el abandonado Muelle de Uribitarte con dos rascacielos; Federico Soriano y Dolores Palacios llevaron a cabo la arquitectura de un nuevo Palacio de Congresos y Exposiciones sobre los antiguos astilleros de Euskalduna; César Pelli fue el autor de la Torre Iberdrola, una de los rascacielos más altos de la región, en un solar donde se almacenaban contenedores de transporte; Ricardo Legorreta creó el edificio del Hotel Sheraton; y la famosa Zaha Hadid es la arquitecta que ha regenerado la península de Zorrozaurre.

Además de todo esto, desde las Administraciones Públicas se dedicaron amplios esfuerzos a convertir todo el paisaje post-industrial en un nuevo decorado: se regeneró toda la ría de Bilbao consiguiendo que sus aguas volviesen a tener vida además de reurbanizar todas sus márgenes, se dotó a Abandoibarra (una zona de fábricas y depósitos en medio de la ciudad) de nuevos espacios e infraestructuras, y se construyó un tranvía por donde antes pasaban la vías de los trenes de mercancías.

El resultado de todas estas transformaciones urbanísticas ha sido el paso de ser una ciudad post-industrial y sin apenas repercusión internacional a ser, en menos de 10 años, un visitado destino turístico y un importante centro de negocios y servicios. Tanto que son decenas las ciudades post-industriales de todo el planeta que han imitado este patrón para intentar regenerar sus metrópolis (Glasgow, Varsovia, Gotteborg) y conseguir su particular «Efecto Bilbao», un término mundialmente reconocido.

Tanto que siguen siendo decenas los alcaldes y representantes de ciudades los que llaman a la puerta de Frank Gehry para que les diseñe otro «Efecto Bilbao» a medida, tal y como reconoce el propio arquitecto en este vídeo.

La fotografía de este post tiene algunos derechos reservados (licencia Creative Commons, original aquí).